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Nicolás Sánchez vs Víctor Mira

“NICOLÁS SÁNCHEZ o la invisibilidad de un creador total”.

Nicolás Sánchez expone grandes formatos en la Galería Kafell, junto a obras del archiconocido Víctor Mira. 

En una noche muy especial y llena de público. Actuó Etterem, grupo compuesto por David Giménez, Carlos Hollers y el propio Nicolás Sánchez.

Víctor Mira nació en Zaragoza en 1949. Su carrera artística ha estado marcada por un carácter autodidacta, desarrollando el grueso de su trabajo entre la pintura, el dibujo y la escultura.

Cosechando éxitos que le llevaron a ser galardonado en el 2003 como Mejor artista español vivo en la Feria ARCO.

Su indiscutible aportación al mundo del arte y la cultura fue también reconocida cuando el artista, que vivía entre Barcelona y la localidad bávara de Breitbrunn, murió trágicamente tras arrojarse al tren.

Nicolás Sánchez estudió Bellas Artes en Cuenca, pero después de ver que los compañeros de clase se sorprendían cuando sacó todos los bártulos para pintar el primer día dejó de pintar. Pura personalidad y decisión.

A veces, cuando no conocemos al artista -que podría ser el caso del espectador- tampoco conocemos sus adversidades, sus tesituras, lo que le acontece en su vida personal y diaria. Y, posiblemente, todo esto es lo que hace que una obra transcienda, ya que al final es la que habla por él o ella. Es el caso de Nicolás Sánchez, y por ello tiene un doble valor.

Nicolás Sánchez, últimamente, ha apostado por los grandes formatos, inhabituales en su trayectoria. Y la verdad es que se maneja a la perfección.

En la galería se exponen 7 piezas de gran formato (1,95 x 1.30 cm), un lienzo “mediano” (100x 100 cm) y 10 piezas pequeñas de su serie “retratos”.

En los primeros, nos sumerge en un subyugante mundo onírico de personajes irreales pero creíbles, horriblemente bellos. Un bestiario humanizado, una galería de personajes fascinantes y estrambóticos, que aunque parecen inofensivos, nos retan con su mirada. Hombres-caracol, un hombre hierático e inmóvil con dos muñecos alrededor, una mujer primitiva con una cesta de huevos, una persona con la cabeza cubierta de una bolsa verde, un payaso con nariz de globo alargado, una mujer con paraguas y el sexo al descubierto, un tigre con una guitarra en la boca o una versión outsider de “Leda y el cisne”.

Las figuras que son protagonistas de cada uno de sus lienzos, están solas, no forman escenas interactuando con otros personajes. Es interesante este apunte, porque son como cartas de personajes irreales pero que se nos hacen conocidos. Estos seres híbridos son creíbles, tal y como los presenta. Ese toque de fondo abstracto nos envuelve en un sueño plástico de atmósferas llenas de nieblas, pero tremendamente claras. La técnica es mixta, usa todo lo que “pilla”:

Tinta china, témperas, pintura acrílica, tizas, pasteles y mucha agua, todo esto aplicado a la superficie del lienzo con rodillo, pulverizador, sprays, brocha y pincel.

La obra “mediana” es la transición a las pequeñas, ya que surge de estos fondos un retrato psicológico, casi perturbador que se prolonga en los de pequeño formato.

Luis LLes, gran conocedor de su trayectoria, comentaba en el Señas, suplemento del Diario del Altoaragón: “Son, por supuesto, interpretaciones personales de un universo rico en imaginería expresionista”. El expresionismo cobra vida, pero la abstracción no muere radicalmente, ya que las figuras están rodeadas de una masa de color sin forma. Atmósferas inquietantes, surrealistas, lynchianas.

La serie de estas piezas reivindica la vigencia de la pintura. Su universo está lleno de matices, prismas, interpretaciones y texturas, donde la vislumbración de las mismas resulta ser tan perturbadora como apasionante. Nos muestra un artista iconoclasta, sin etiquetas, liberado, onírico, bello.

Él mismo dice que “La pintura requiere tiempo y dedicación”, ahora el espectador tiene que buscar tiempo y dedicación para verlas con calma, dejarse envolver por su atmósfera y que les transporte a otros mundos.

Algo que me ha gustado siempre de Nicolás Sánchez es su humildad y su búsqueda incansable por el arte como la esencia de las cosas.

Bajo su pseudónimo N.S. puede hacer lo que quiera, y esa libertad de experimentación sin miedo al error le ha generado una personalidad polifacética.

Le gustan Sean Scully, Josef Albers o Paul Klee, Munch, Lucien Freud, Kitaj, David Hockney, Robert Filliou, Oscar Kokoschka o Edward Hopper. Pero también podríamos decir Beuys, Boltanski, Duchamp o García Sevilla. Puede que él sea un poco de todos, como los grandes artistas que beben de diferentes fuentes y disciplinas.

De hecho, las colaboraciones constantes que realiza le generan una mayor dimensión en todo lo que hace. Con Isidro Ferrer realizó el libro “no & yes, libro a cuadros”. Ha hecho performances donde recita, canta, construye atmósferas con m&m y con Etterem (proyecto de David Giménez y donde el Dj Carlos Hollers también participa). Su compañera de viaje es la ilustradora Vicky de Sus, que no creo que sea un apunte baladí en su vida y su obra.

Una de sus primeras exposiciones se titulaba “Burrito alegre”, en el estudio de mm en Huesca en 1995. En Huesca expone asiduamente en La librería anónima, La Ilustradora, La Carbonería, La Casa del Pintor, Escuela de Arte, e incluso con en la DPH en el marco de la exposición “(a)banderados” del festival Periferias. También expuso piezas pequeñas en Enlatamus (Remolinos).

Nicolás Sánchez en el 2000 retoma su actividad pictórica, pero a partir del 2012 las figuras toman protagonismo en sus telas, dejando atrás la abstracción. Las obras actuales parten del 2015, con un formato de grandes dimensiones.

Aquí nos encontramos con su primera exposición solo en Zaragoza (aunque si que presentó unos collages e intervino varias vallas publicitarias en la última edición del Festival La Frontera, y una colectiva de artistas oscenses en la extinguida Sala Metro). Y como él mismo diría: “Cada exposición es como empezar de nuevo”.

El caso de Nicolás Sánchez es la del artista total. Su obra es inclasificable, y ahí estriba su gran originalidad. Esto hace que nos deje desnudos ante la visión de cada una de sus piezas. Como si nunca hubiésemos visto nada igual, y no podamos comparar. Nos regala un mundo único, y nos hace volar la imaginación. De eso trata el arte.

Su voz es dulce, melancólica, juguetona, pueril y sabia. Como sus cuadros. ¿Quién no ha compuesto una ópera de vacas? Porque él ve poesía (visual) en sitios insospechados.

Abran bien los ojos, este momento lo recordarán toda la vida.

Sergio Muro. Comisario. 

http://www.aacadigital.com/contenido.php?idarticulo=1897

https://www.diariodelaltoaragon.es/noticias/cultura/2021/11/10/el-arte-outsider-invade-estos-dias-la-capital-aragonesa-1532672-daa.html

Exposición Galería Kafell